Expedición Atlantis: a 30 años de su llegada.

En ese caso, una nota-homenaje a los cinco argentinos que en 1984 se lanzaron al mar en una balsa sin timón y cruzaron el Atlántico en 52 días con las corrientes y el viento como único combustible. Hoy se cumplen 30 años de la partida de la Expedición Atlantis.

ATLANTIS, 30 AÑOS DESPUÉS

Les compartimos la nota de tapa del último número del suplemento Plan Verde, que se publica junto a diarios de la provincia de Buenos Aires. Se trata de una nota-homenaje a los cinco argentinos que en 1984 se lanzaron al mar en una balsa sin timón y cruzaron el Atlántico en 52 días con las corrientes y el viento como único combustible. Hoy, 22 de mayo, se cumplen 30 años de la partida, desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife. “No pude bajarme de la balsa nunca más” afirma el capitán de la Atlantis, Alfredo Barragán.

LA AVENTURA DEL HOMBRE

Por Damián Rodera

Hace 30 años, exactamente el 22 de mayo de 1984, cinco argentinos -intrépidos para algunos, locos de remate para otros- se subieron a una balsa de troncos sin timón y partieron desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en las islas Canarias españolas, con destino a América. Así comenzaba formalmente la Expedición Atlantis, una travesía de 5500 kilómetros por el Atlántico, que quedaría gradaba a fuego en la mente y el corazón de millones de personas.
¿Por qué lo hacían? ¿Qué motivaciones tan profundas podrían tener estos cinco hombres para internarse solos en el mar, en una frágil embarcación de troncos construida por sus propias manos y cuyo único combustible serían las corrientes marinas y el viento? Las preguntas eran muchas. Las respuestas también. Había objetivos científicos, deportivos, culturales, personales, pero sobre todo una hipótesis por demostrar: la certeza que durante años había madurado el capitán de la Atlantis, Alfredo Barragán, de que los rasgos africanos de las colosales cabezas de basalto construidas 3500 años atrás por la tribu Olmeca en el Golfo de México eran mucho más que una casualidad. Este abogado de la ciudad bonaerense de Dolores quería probar por sus propios medios la posibilidad de que tribus africanas hubieran llegado a América por el Atlántico miles de años antes de lo que admitía la historia oficial.
A Barragán, que tenía entonces 35 años, no le costó mucho convencer a sus compañeros de expedición: Jorge Manuel lriberri, abogado; Oscar Horacio Giaccaglia, comerciante; Daniel Sánchez Magariños, recién recibido de ingeniero agrónomo; y Félix Arrieta, que estaría a cargo de filmar la travesía para un futuro documental y que ocultó que no sabía nadar hasta que fue demasiado tarde para bajarlo de la balsa. Todos tenían en común la determinación y el coraje para emprender un desafío semejante.
Hoy, tres décadas después, en un mundo mucho más acelerado e individualista, y frente al creciente deterioro ambiental, los valores que encarnó la Expedición Atlantis están más vigentes que nunca. Así lo afirma Alfredo Barragán en una charla con Plan Verde en la municipalidad de Dolores, donde se desempeña como secretario de Turismo desde hace años -pese a la alternancia de tres intendentes de diferente signo político- y desde donde proyecta el Museo de la Aventura, que tendrá a la balsa como principal atractivo.

“MENSAJE ETERNO”
“El mensaje de Atlantis es eterno”, afirma Barragán. Asegura que en sus habituales conferencias en Argentina y otros países del mundo sigue transmitiendo, “sin tocar una coma”, las mismas expresiones que incluyó en el guión del documental de la expedición, una película estrenada en 1988 que fue vista por millones de personas en todo el mundo y hasta recibió un homenaje en la entrega de los premios Oscar.
“Que el hombre sepa que el hombre puede” fue la frase con la que Barragán inmortalizó la experiencia de Atlantis cuando, tras 52 días de navegación en mar abierto y luego de sobrevivir a dos fuertes tormentas con olas de hasta nueve metros de altura, la balsa llegó finalmente al puerto de La Guayra, en las costas de Venezuela.
“Fue una frase espontánea que me salió el día de la llegada. Estaba en comunicación con el ‘Gordo’ José María Muñoz en el momento en que la balsa entraba al puerto. Llegábamos a América. Y me dice: ‘capitán Barragán, una reflexión’. Y me salió eso” rememora.
Meses más tarde, durante un homenaje por Atlantis, recibió una plaqueta con la frase grabada en el metal. Pero no la reconoció como propia hasta que le hicieron escuchar una grabación radial. “La repetí cuatro o cinco veces, pero totalmente convulso, llorando, descompuesto de la emoción. La frase no pasó por acá -se señala la cabeza-, fue directamente del alma a la boca”, cuenta. “Que el hombre sepa que el hombre puede, es una invitación al hombre a creer en sí mismo”, define.
¿Cuáles son sus sensaciones en esta fecha especial? “Primero, que parece mentira que haya pasado tanto tiempo. Después, lo que siento todos los días es que Atlantis fue ayer, que fue hoy. Yo no me bajé más de la balsa. No pude. Todos los días de mi vida convivo con el tema de Atlantis. Soy requerido por Atlantis más de una vez. Y personalmente también tengo proyectos referentes a Atlantis todos los días de mi vida. De modo que yo vivo en una balsa permanente”, dice el capitán de la expedición.

MEMORIA COLECTIVA
Barragán formó parte de más de 40 expediciones antes y después de Atlantis, algunas incluso mucho más arriesgadas como el cruce por mar en canoa abierta de Venezuela a Puerto Rico
o el de la cordillera de los Andes en globo, a 8500 metros de altura. Sin embargo, ninguna de estas experiencias logró mantenerse en la memoria colectiva como lo hizo Atlantis.
“Atlantis se instaló en la gente como un monumento al romanticismo. Desde el punto de vista técnico, cualquier otro que haga una balsa cruza el Atlántico de nuevo. Pero fue tan exótico, tan curioso, el tipo de embarcación, el desafío, afirmar que íbamos a la costa de Venezuela sin timón, parecía que estábamos locos”, dice Barragán.
Afirma que, un tiempo antes de la expedición, él y sus compañeros comprendieron que en realidad Atlantis no desafiaba al mar sino a un estado psicológico arraigado en las conciencias de la mayoría de las personas. “Nos queríamos hacer amigos del mar para que nos llevara amigablemente. Nadie derrota al mar ni a una montaña. Nos dimos cuenta de que lo que estábamos desafiando era al escepticismo general, al no va a andar, al concepto de lo imposible”.
No obstante, asegura, Atlantis no fue ninguna locura. Cuatro años de su vida había dedicado Barragán al estudio minucioso de las corrientes, los vientos, la historia de la navegación, además de resolver un sinfín de situaciones materiales y legales para poder finalmente embarcar.
“La información era lo que nos hacía sólidos. Por eso no me siento un aventurero, que va al mar a ver qué pasa, sino un expedicionario. A veces nos miraban y decían: son unos soberbios, se creen que tienen todo resuelto. El que tiene una apendicitis se muere a bordo de una peritonitis, dijo una señora. No señora, le dije, no va a haber apendicitis a bordo. ¿Ah, ahora maneja la salud? No, no la manejo, pero nos quitamos los apéndices hace cuatro meses. Nos hicimos operar de apéndice, entonces no iba a haber apendicitis a bordo. Eso es compromiso”, dice.
Barragán sostiene que cuando tomaron conciencia de que Atlantis era básicamente un desafío al escepticismo general “aumentó nuestro celo para que esto fuera un gran monumento al romanticismo, que creo es la llave para salvar a la humanidad”. Sobre esa convicción, “fue fácil” rechazar ofrecimientos millonarios para sponsorizar la expedición. “Cuando llegaron las ofertas pensé: ya que me voy a jugar el cuero, voy a hacerlo por lo más bonito que sea capaz de concebir. Voy a ponerle todo lo que me parece bello y le voy a sacar todo lo que lo afea, lo desmerece o lo contradice. Estábamos y estamos absolutamente convencidos de qué hacíamos y de cómo lo queríamos hacer. Era así o nada”.
“Y esto llegó a la gente, porque este monumento al romanticismo volteó todos los obstáculos con su pureza. Atlantis es mucho más pura que nosotros. Hay que hacer las cosas de la manera más bonita, más pura, más útil que puedas. Es la única forma de que te puedas enamorar de lo que estás haciendo y de cómo lo estás haciendo. Sólo enamorado vas a tener la fuerza suficiente para las grandes luchas. Hoy miro a Atlantis con profundo respeto y admiración y sigo usando su espejo para mejorarme”, afirma.

UNA BALSA DE TRONCOS Y FIBRA VEGETAL
Los cinco expedicionarios de la Atlantis convivieron solos en el mar durante los 52 días que duró la travesía. Partieron el 22 de mayo de 1984 de Santa Cruz de Tenerife y llegaron el 12 de junio a Venezuela, tras navegar 5500 kilómetros por mar propulsados solo por las corrientes y el viento.
La embarcación, sin timón, de 14 metros de largo por 5,5 de ancho, fue construida con nueve troncos de madera balsa y varias traviesas ligadas con seis kilómetros de cuerda de fibra vegetal. La idea fue recrear una embarcación con los materiales disponibles por los africanos que, según la hipótesis de Barragán, habían llegado a América 3500 años atrás. Por eso no se usaron piezas de metal. Ni un solo clavo.
Los propios expedicionarios debieron internarse en la selva de Ecuador para buscar y cortar los troncos –de 70 centímetros de diámetro- porque les aseguraban que no existían piezas semejantes.
Sobre la balsa montaron una choza de bambú y un mástil de 10 metros de alto donde colocaron una vela reforzada con cuero que hicieron con telas de la vieja Fragata Libertad. En el centro de la vela, el emblema de la expedición: el sol (la luz) y la cruz de los vientos (la libertad).
Todo lo hicieron con sus propias manos en un astillero de Mar del Plata. “Esto fue muy importante, porque una vez a bordo nada nos resultaba extraño. La balsa ya era una verdadera amiga”, afirma el capitán de Atlantis.
La expedición contó además con 1300 kilos de alimentos –calculados para 100 días- y 60 bidones de agua de 20 litros. Dispusieron de instrumentos marinos necesarios para fijar la posición en el océano y una conexión de radio con tierra que no influyó en el rumbo.

Fuente: Plan Verde Argentina, https://www.facebook.com/PlanVerdeArgentina?fref=photo

Acerca de Nicolás Di Ruscio

Nacido en la localidad de Coronel Bogado, Santa Fe, Argentina. Ingeniero Electricista especializado en Energías Renovables y Tecnologías Apropiadas, Integrante del OES UTN FRRo, Vegetariano Vegano, Usuario y Difusor de Software y Cultura Libre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.